domingo, 24 de marzo de 2013

100 ideas para ayudar a nuestros hijos a desarrollarse:

1. Los padres somos los primeros y los más importantes a la hora de influir en el desarrollo y en la personalidad de nuestros hijos.
2. Las normas y límites que desde la familia reciban nuestros hijos, serán los que más van a influir en ellos.
3. Si establecemos reglas, límites, normas claras y reducimos o eliminamos las críticas ganaremos comunicación y obtendremos resultados más positivos y más duraderos.
4. No por dar mucho más de lo que piden o necesitan tendremos hijos más felices y creativos sino todo lo contrario.
5. Valoramos mucho lo que no tenemos, pero deseamos, y para conseguirlo no sólo lucharemos sino que también desarrollaremos el ingenio.
6. Las privaciones nos enseñan a valorar y a cuidar lo que con esfuerzo conseguimos.
7. Si potenciamos esfuerzo potenciaremos creatividad, seguridad, autoestima, libertad, superación, valoración de objetivos conseguidos. y en general valores fundamentales para un perfecto desarrollo.
8. Si aprendemos a utilizar el refuerzo verbal y positivo incrementaremos actitudes y comportamientos mucho más adaptativos.
9. Se consigue más respeto y autocontrol con calma y serenidad que con gritos y exigencias.
10. Antes de reñirles pensémoslo 3 veces y después intentemos animarles para conseguir los objetivos que deseamos modificar o incorporar.
11. Para educar, mejor hablar con calma que con gritos, si gritamos transmitimos mensajes cargados de agresividad y ansiedad, de ahí que consigamos todo lo contrario de lo que pretendemos.
12. Si cada vez que observamos un comportamiento positivo lo valoramos y lo reforzamos, automáticamente lo convertiremos en algo importante y como tal tenderá a repetirse.
13. Si además lo registramos, la importancia aún será mayor y con ello incrementaremos el orgullo por lo bien hecho y la autoestima se incrementará.
14. Y si además lo comentamos como algo importante, ante la familia o con los amigos (cuando nuestros hijos estén delante), su repetición estará garantizada y con ello su aprendizaje.
15. Cuanto mayor sea la lista de comportamientos positivos anotados mayores serán los objetivos que desearemos conseguir y con ello estaremos garantizando la adquisición de hábitos adecuados.
16. Un hábito se adquiere con la repetición y una vez adquirido es muy difícil modificarlo.
17. Es mucho mejor crear hábitos saludables que modificar los inadecuados, el tiempo dedicado a ello habrá merecido la pena.
18. Se consigue mucho más con refuerzo positivo que con castigo.
19. El castigo lleva a mentir para ocultar errores cometidos y con la mentira no sólo aprenderemos a mentir a los demás sino también a mentirnos a nosotros mismos.
20. El castigo conlleva resentimiento, sensación de fracaso, agresividad entre otras cosas, por ello cuanto menos lo utilicemos mejor.
21. El refuerzo positivo nos lleva a desear repetir y a no tener que ocultar, a querer que los demás conozcan lo que hacemos bien y a sentirnos seguros.
22. Las críticas y censuras inhiben, las alabanzas potencian el aprendizaje y el correcto desarrollo evolutivo.
23. Las críticas hechas, cuando estamos enfadados, impiden el autocontrol y conducen a decir barbaridades que decimos pero que no creemos ni sentimos.
24. Lo dicho con respeto genera confianza, seguridad, autoestima, satisfacción y en general deseos de superación.
25. Se corrige más alabando lo positivo que castigando o criticando los errores.
26. Cuando alabamos un mínimo esfuerzo estamos sentando bases para lograr grandes objetivos.
27. Si nos mostramos orgullosos por pequeños detalles bien hechos estaremos dando alas y sentando las bases para realizar grandes esfuerzos y conseguir grandes objetivos.
28. Si aceptamos a nuestros hijos como son y no como nos gustaría que fueran les estaremos enseñando respeto, seguridad en sí mismos y autoestima.
29. Las comparaciones son odiosas, aportan más daño que beneficio, generan inseguridad, miedos, sentimientos de fracaso, falta de autoestima, inhibición y mucha inseguridad.
30. Si enseñamos a ver lo positivo de los demás estaremos aprendiendo a ver lo positivo en nosotros mismos.
31. Si enseñamos a ver lo positivo de los demás estaremos aprendiendo a establecer relaciones gratificantes y a percibir y a compartir lo mejor de cada uno.
32. Si obligamos a nuestros hijos a respetar las normas y los límites estaremos sentando las bases para ser personas equilibradas, sin traumas, felices consigo mismas y con el medio que les rodea pues sabrán siempre a qué atenerse y a no estar desorientados.
33. Si permitimos que se salten las normas cuando son pequeños no sabrán respetarlas conforme vayan creciendo.
34. Si permitimos que nuestros hijos se salgan siempre con la suya estaremos gestando adultos egoístas e insatisfechos con todo.
35. Beneficiamos más a nuestros hijos cuando los padres nos ponemos de acuerdo en las decisiones que tomamos que cuando uno decide una cosa y el otro le lleva la contraria.
36. El desacuerdo entre los padres genera ambigüedad y manipulación, el acuerdo seguridad y respeto.
37. Conseguimos más pidiendo las cosas que ordenándolas.
38. Conseguimos más dialogando que exigiendo.
39. Si ordenamos y exigimos sin diálogo, impediremos que puedan desarrollarse otros puntos de vista y otras alternativas.
40. Si tenemos en cuenta otros puntos de vista y otras alternativas estaremos potenciando nuestro desarrollo personal.
41. No hay mejor modelo que unos buenos padres y no hay mejor escuela que un buen modelo.
42. Se aprende mucho más a través de los modelos que a través de la teoría.
43. Una promesa hay que cumplirla por encima de todo pues con ello generaremos confianza, seguridad, valores, ideas claras y en consecuencia saber muy bien a qué atenernos en todo momento.
44. Cuando se toma una decisión sobre lo que es correcto hacer, hay que mantenerla y si nos hemos equivocado aprender de ello para no volver a equivocarnos.
45. Si cambiamos continuamente de opinión sobre lo que deben hacer nuestros hijos estaremos generando ambigüedad y desorientación.
46. Dejemos que nuestros hijos cometan errores, no lo hagamos todo nosotros para evitarles problemas, pues de hacerlo así, los estaremos creando.
47. No consideremos los errores como fracasos sino como posibilidades para aprender y poder salir fortalecidos de ellos.
48. Es importante que nuestros niños aprendan a frustrarse, pero solemos impedírselo porque les damos todo mucho antes de que nos lo pidan, incluso aunque no lo hayan pedido ni les haga ninguna falta.
49. Es fundamental aprender a dilatar la gratificación y aprender a esperar el premio para poder aprender a enfrentarnos a la frustración y poder adquirir las habilidades necesarias para combatirla.
50. La sobreprotección pasa factura pues genera personas inseguras.
51. Para aprender hay que cometer errores pues de los errores se aprende.
52. Cuantos más errores cometamos mayor nº de veces lo habremos intentado y mayores recursos y habilidades podremos adquirir.
53. No se consiguen grandes metas sin antes haberlas intentado.
54. Los grandes científicos cometieron muchos errores hasta lograr su objetivo final
55. Si enseñamos a nuestros hijos a decir la verdad aprenderán a no ocultar, a asumir responsabilidades, a aprender de las consecuencias, a ser sinceros con ellos mismos, a ser honestos y a sentirse orgullosos de sí mismos.
56. Si aprendemos a escuchar podremos enseñar a escuchar, a compartir dudas, a confiar, a razonar, a reconocer errores, a dialogar y la comunicación vendrá sola.
57. Es más importante aprender a controlar, aprendiendo a escuchar, que aprender a anticipar sin dejar terminar lo que nos están diciendo.
58. Si aprendo a escuchar, aprenderé a concentrarme en lo que otros puedan decirme y a no generar ideas equivocadas.
59. Si aprendo a escuchar estaré aprendiendo a razonar y a comprender, a ponerme en el lugar de los otros, a valorarles, a hacerles sentirse importantes y los beneficiados seremos todos.
60. Si aprendemos a escuchar y a no gritar, cuando no estamos de acuerdo, estaremos enseñando a razonar y a dialogar.
61. No tiene más razón quien más grita sino quien, a través de la escucha activa, ofrece más alternativas.
62. Es más fácil equivocarse cuando nos precipitamos que cuando esperamos y escuchamos.
63. Si aprendemos a escuchar a los demás también aprenderemos a escucharnos a nosotros mismos.
64. Si admitimos que nos hemos equivocado ganaremos respeto y sentaremos las bases para poder corregir los errores.
65. Es más importante admitir un error y poner los medios para corregirlo que negarlo para que otros no nos critiquen.
66. El equivocarse es de sabios, se cometen muchos errores hasta descubrir un gran resultado.
67. Los errores son muy importantes no los veamos como fracasos sino como medios para conseguir un fin.
68. Si cuando hacemos algo bien hecho nos lo valoran tenderemos a repetirlo, mucho más que si nos critican lo que hacemos mal.
69. La base del aprendizaje es la repetición, cuanto más repitamos algo, mejor lo aprenderemos.
70. Nos sentiremos más importantes y más seguros cuando nos valoren lo bien hecho y, nos sentiremos más inseguros y más fracasados cuando nos critiquen por lo que hemos hecho mal.
71. Si alabamos y valoramos el esfuerzo realizado conseguiremos mucho más que si lo obviamos.
72. Se aprende mucho más a través de los hechos que a través de las palabras.
73. La teoría es útil y necesaria, pues aporta información, pero si la teoría dice una cosa y los hechos dicen otra aprenderemos lo que digan los hechos.
74. Si decimos una cosa y hacemos otra estaremos transmitiendo inseguridad, falta de sinceridad y mucha desorientación.
75. Si enseñamos a respetar a los demás estaremos enseñando a respetarnos a nosotros mismos.
76. Si enseñamos a respetar lo que nos rodea, enseñaremos a valorar lo que tenemos, a sentirnos orgullosos, a ser objetivos, a captar lo mejor y lo más positivo del medio.
77. No podemos pedir que recojan su habitación, si cuando vamos por la calle nos ven tirar un cigarrillo o un papel al suelo.
78. En el colegio nos enseñan teoría, pero en casa podemos aprender la práctica, y los padres somos los mejores profesores de nuestros hijos.
79. Un minuto dedicado a escuchar a nuestros hijos, será un minuto durante el cual nuestros hijos podrán sentirse importantes, porque alguien valorará lo que están diciendo.
80. Cuanta más importancia tiene una cosa más tiempo le dedicamos ¿por qué no hacer lo mismo con nuestros hijos, si es lo más importante que tenemos?
81. Lo que para nosotros puede ser una tontería para nuestros hijos puede ser lo más importante del mundo.
82. Si les escuchamos les enseñamos a dialogar, a expresar sentimientos, a no sentir vergüenza por lo que dicen o piensan y eso es muy importante para su desarrollo.
83. Tener pocos años implica tener poca experiencia pero los padres podemos enseñarles a ser mejores adultos.
84. Quererles y decírselo, les ayuda mucho más que darlo por hecho y no decirlo por ser obvio.
85. Al darles besos y achuchones cariñosos hará que valoren lo importantes que son para nosotros y eso permitirá que se sientan mucho más seguros.
86. Si transmitimos optimismo, estaremos enseñando a ver lo positivo y con ello garantizaremos el bienestar, la alegría, la satisfacción personal y las ganas por compartir nuestras emociones.
87. La mejor escuela de la vida es el ejemplo de los padres.
88. Son mucho más útiles los ejemplos, a través de nuestros comportamientos, que las mejores teorías.
89. La misión de los padres es orientar, aclarar ideas, amar a nuestros hijos sin comparaciones, comprenderles, incentivarles, ayudarles pero sobre todo es ser un buen modelo.
90. Si no escatimamos esfuerzos nos beneficiaremos todos.
91. A mayor esfuerzo mayor logro y a mayor logro mayor autoestima.
92. Si les pillamos haciendo algo bien, nosotros aprenderemos este hábito y con él garantizaremos su aprendizaje, su espíritu de superación, su seguridad y su autoestima.
93. Cuando repiten lo que saben que ha gustado están aprendiendo pues la repetición es la base de todo aprendizaje.
94. Para conseguir resultados positivos hay que aplicar lo aprendido con perseverancia.
95. Es mejor marcar metas pequeñas y celebrar los éxitos que marcarles metas grandes pero imposibles.
96. Es más importante reforzar los logros a corto plazo que exigir alcanzarlos a largo plazo.
97. Si realizamos críticas delante de nuestros hijos les enseñaremos a criticar y a no valorar los potenciales que todos tenemos.
98. Es fundamental focalizar la atención en los puntos fuertes de nuestros hijos por mínimos que sean, minimizando sus dificultades, potenciando sus recursos y valorando sus habilidades.
99. Todos somos genios en potencia, desarrollemos la genialidad y ayudemos a nuestros hijos a conseguirla.
100. Cuanto antes comencemos a trabajar mejores resultados obtendremos.
101. Nuestros hijos son nuestro futuro, no escatimemos esfuerzos pues todos nos beneficiaremos de ello.
102. Trasmitamos a nuestros hijos que si nos lo proponemos por conseguirlo seremos capaces de mejorar, aprender y progresar en todos los sentidos y en todos los ámbitos de la vida.
103. Por último decir que siempre es mejor prevenir que curar.
Autora: Dª Ana Mª Bastida de Miguel
Licenciada en Psicología – Máster en Psicología Clínica
Psicoterapeuta por la EFPA/COP (Certificado Europeo de Psicóloga Especialista en Psicoterapia)
Postgrado Universitario en Medicina Psicosomática y
Colegiada R-00478 / PAM-008

domingo, 17 de marzo de 2013

Bullying:

“No quiero ir a la escuela…” puede ser la primera manifestación de que un niño está en problemas. En ocasiones acompañada por signos tales como dolores imprecisos, malestares diversos o dificultades para salir de la cama, la frase, sin embargo, suele aludir a cierta clase de cosas que no tienen que ver con la próxima prueba de Matemática o las exigencias de la profesora de Geografía. Y sí con algo que para niños y jóvenes suele ser vivencialmente más importante: la relación con sus pares. En realidad, muchas veces los puntos suspensivos serían cubiertos –si el chico se animara– por la explicación “porque me hacen la vida imposible”.
El fenómeno del acoso escolar (bullying, en inglés), también llamado intimidación, hostigamiento, matonaje o bravuconeada, se está convirtiendo en un tema acuciante de la realidad escolar en todo el mundo y se refiere, específicamente, a maltrato físico o verbal sistemático por parte de uno o más alumnos hacia otro.
El maltrato puede consistir en agresiones físicas, daño a objetos personales, pequeños hurtos, amenazas, burlas, insultos, aislamiento, difusión de calumnias o cualquier recurso destinado a someter a alguien a una situación de inferioridad y humillación.
En general, el acto cuenta con espectadores, que suelen formar parte de un grupo acosador o que simplemente “disfrutan” del espectáculo; se divierten con las bromas y/o tratan de asociarse con el acosador para “compartir” su poder y, a través de él, llegar a hacer algo que quizá deseen, pero no se animan a concretar. También, por supuesto, lo hacen para evitar que se los coloque en el papel de acosados.
Si bien esta clase de fenómenos ha ocurrido en todas las épocas, ahora parece haber obtenido su “credencial” y aunque tal situación pudiera significar que se produce con mayor frecuencia, al mismo tiempo indica una tendencia a hacerse público que contribuye notablemente a iniciar caminos para su prevención, ya que uno de las factores que siempre lo han hecho difícil de abordar es su secreto, su clandestinidad, la ignorancia, conciente o inconsciente de los adultos al respecto. De alguna manera –y salvando las distancias– es un comportamiento “mafioso”, cuyo éxito se basa en el principio iniciático de esas organizaciones: la “omertá”, la ley del silencio tanto de víctimas como de victimarios.
En todas las edades y situaciones de la vida. Resulta claro que los grupos sociales y las diversas culturas establecen ciertos patrones de conducta considerados legítimos para lograrlo, por ejemplo: la realización de obras significativas, el prestigio logrado por una trayectoria de vida, la actitud generosa hacia los demás, el uso creativo de los propios talentos intelectuales, sociales o físicos, etc.
Sin embargo, no siempre y no para todos es posible alcanzar ese objetivo a través de esos medios y, por diversas razones, algunas personas apelan entonces a formas espurias de ganar poder y sentirse importantes, como por ejemplo el “bullying”. En muchos casos, suelen contar con el sostén de creencias socioculturales, que no sólo no impiden sino que facilitan que sus actos intimidatorios se realicen y además queden impunes.
En efecto, en algunos casos los adultos responsables –padres y maestros- no perciben la situación y en otros, si bien de algún modo la perciben o sospechan, la minimizan debido a que juegan en ellos ciertas ideas arraigadas que se resisten tenazmente a la prueba de realidad.
Respecto de los padres, suele suceder que no intervengan porque:
* “Son cosas de chicos.”
* “Tiene que aprender a vivir.”
* “Tiene que hacerse hombre.”
* “No hay que ser buchón (delator).”
* “Si se dejó pegar, se merece que lo castigue, por flojo…”
* “No vamos a estar metiéndonos en cada pavada…”
* “Sucedió en la escuela, que lo resuelvan ellos…”
Respecto de los docentes, suele jugar en contra de su intervención que:
* Muchas veces los episodios de acoso no afectan el “normal desarrollo de las actividades”.
* En general, no se realizan en el aula ni a la vista de todos.
Resulta claro que cuando alguien se niega sistemáticamente a afrontar la realidad, ésta suele caer de golpe como un baldazo en el momento menos pensado: se han producido casos de “bullying”, sobre todo en los primeros años de enseñanza secundaria –edad estadísticamente crítica– que culminaron en suicidios u homicidios, ante la sorpresa y la perplejidad de adultos que no asumieron la gravedad que estos episodios pueden tener cuando se sostienen en el tiempo e incrementan progresivamente la soledad y la impotencia de las víctimas.
No cualquiera es acosador y no cualquiera es acosado. Aunque sí cualquiera puede ser espectador, y este factor tiene suma importancia en tren de avanzar hacia las soluciones porque sin público no hay espectáculo y, al no ser protagonistas, los espectadores son a veces más susceptibles de intervención adulta que los participantes directos.
Por ejemplo, durante la investigación de un hecho en el ámbito escolar, los espectadores no tendrían que pasar por la difícil situación de autoacusarse (como el acosador) ni por la de acusar (como el acosado). Serían testigos y, sin importar el mayor o menor placer que les haya proporcionado la situación, podrían ser invitados a mantener una ronda de conversaciones para describir los hechos y reflexionar sobre sus posibles consecuencias. Inclusive, si es necesario, podrán conservar el anonimato, tanto propio como de los protagonistas del hecho.
Más aún, ya sea como resultado de instrucciones precisas o espontáneamente, un “¡Basta ya!”, dicho en forma decidida por uno o más de los asistentes a un acto intimidatorio puede acabar rápidamente con la situación de violencia y sentar un precedente valioso para otras similares.
Acosadores y acosados, en cambio, son menos accesibles y suelen presentar algunos de los siguientes rasgos, no en forma estricta pero con bastante frecuencia:
Acosadores:
* Tienen problemas de autoestima.
* Por alguna razón no pueden destacarse de otro modo.
* Provienen de familias donde la violencia se considera normal para resolver los problemas.
* Son mayores o más fuertes que la mayoría de sus compañeros.
* Son líderes carismáticos, por admiración o temor.
* Por lo general, son extrovertidos, impulsivos.
* Pueden estar vengándose de abusos sufridos.
* Pueden estar movidos por la envidia.
* Padecen algún grado de “alexitimia”, es decir, de dificultad para reconocer los sentimientos propios y ajenos.
* Por razones culturales-familiares, de las dos formas posibles de “sobresalir”, elevarse uno o inferiorizar a los otros, eligen la segunda.
Acosados:
* Son tímidos, temerosos.
* Son menores, más débiles o torpes que la mayoría de los compañeros.
* Pertenecen a alguna minoría dentro de la mayoría del aula: de género, étnica, social o de preferencias, por ejemplo, un varón que no gusta del fútbol.
* Son solitarios, no tienen amigos.
* Por lo general, son introvertidos.
* Son recién llegados.
* Tienen alguna desventaja física
* Se destacan intelectualmente (“tragalibros”) y provocan envidia.
* Son poco asertivos, acceden rápidamente a las demandas de los otros para “evitarse problemas”.
* Alguna vez denunciaron un maltrato y quedaron etiquetados.
* Tienen gran necesidad de ser aceptados por los demás.
* Suelen creer que soportar pasivamente las adversidades es la mejor forma de lidiar con ellas.
* Si aguantan lo suficiente, al fin sus dificultades se agotarán. Por razones culturales-familiares, pueden creer que no responder nunca a la violencia de otros es la mejor forma de apaciguarlos.
* Muchas veces son acosadores en potencia y, como en el famoso “síndrome de Estocolmo”, admiran a quien los maltrata e intentan identificarse con él.
Por supuesto, a menudo sucede que los rasgos se mezclan y aparecen los mismos en unos y otros, y suelen manifestarse de un modo inverso o reactivo. Por ejemplo: un problema de baja autoestima que se muestra como sobrevaloración.
El filósofo K. Popper enunció una vez la famosa paradoja de la tolerancia que, en pocas palabras, consiste en que ser tolerante con un intolerante puede volverlo más intolerante aún. Este es, básicamente, el nudo fundamental del problema y quizá sea una de las causas por las cuales fracasen al abordarlo tanto los partidarios del “ojo por ojo” como los de un cierto “pacifismo ingenuo”, convencidos de que, por ejemplo, una correcta argumentación racional podrá bastar para modificar una actitud intimidatoria que, justamente, no se asienta sobre bases racionales.
De ello derivan la dificultad y, probablemente, el ocultamiento: parece ser una de esas situaciones paradojales en las que cualquier acción que se lleve a cabo estará mal. No sirve que el acosado reaccione violentamente, no sirve que se someta y no sirve que trate de “negociar” racionalmente con el acosador.
Sin embargo, como en tantas otras situaciones humanas, por complejas que sean, algo es posible hacer. En primer lugar, es necesario distinguir claramente el acoso, que es una conducta cruel sistemática, de la violencia ocasional por razones circunstanciales, que es prácticamente imposible erradicar en su totalidad de ningún grupo humano.
En segundo lugar, es necesario que los adultos asuman que el problema existe, que es más frecuente de lo que parece, que puede tener consecuencias graves y, especialmente, que ellos deben intervenir y que deben hacerlo lo más pronto posible. Porque las situaciones de malestar crónico, individuales o colectivas, si no se detienen, crecen. Y no pueden sostenerse mucho tiempo sin ocasionar daños a veces irreparables.
En tercer lugar, es necesario intensificar y perfeccionar la escucha de padres y maestros, en el doble sentido de estar atentos a signos que pueden indicar situaciones de acoso, y también de creerles en principio a los niños cuando denuncian algún caso, aun cuando se reserven el derecho de indagar con precisión de qué se trata.
En cuarto lugar, es esencial convencerse –y actuar en consecuencia– de que este tipo de comportamientos nacen, crecen y proliferan en terrenos culturalmente fértiles. Si se va un acosador y no cambia el consenso cultural, muy probablemente aparecerá otro. La clave reside en crear condiciones institucionales en las que la crueldad y el acoso sean mal vistos. En las que se inviertan los valores que sostienen esas actitudes y se vaya debilitando la tentación de participar de algo que “todo el mundo sabe que es negativo”.
Hay que crear condiciones en las que “hostigar a otro no sea negocio”, no convenga, no sólo por las consecuencias normativas sino, especialmente, por las sociales. Y, para ello, no basta con oponerse a lo que se considera negativo; es necesario proponer actitudes alternativas, es decir, generar toda clase de situaciones en las que se resalten y se hagan evidentes las tendencias hacia la empatía y el altruismo. Dichas tendencias están presentes en todas las personas, incluso los reales o virtuales acosadores, quienes bien podrían cambiar su actitud ante una invitación a hacer un uso más valioso (y valorado) de su liderazgo. De esta manera, se satisface su necesidad de “ser importante”, pero cambiando el argumento.
De todos modos, si bien hay que atender a los dos (acosador y acosado) -sin desestimar el hecho de que el primero puede haber llegado a asumir ese papel por haber sido víctima antes- la prioridad la tiene el acosado, por lo degradante de su situación y por los riesgos que tal condición implica para sí mismo y para los demás. La amarga pregunta sin respuesta “¿Por qué a mí?” ha perseguido incluso hasta la adultez a muchos niños y sanar las heridas de su autoestima les ha requerido un enorme esfuerzo. Conviene aclarar que nos referimos a aquellos casos en los que tal esfuerzo puede considerarse el “mal menor”, ya que fue posible evitar alguna explosión de violencia que ocasionara un desastre en sus vidas o en las de otros.
Una de las mejores formas de ayudar al acosado real o virtual es informarle que, según sus propias confesiones, esa clase de hechos le ha sucedido y le sucede a muchas personas, incluso a muchos que hoy son adultos normales y destacados en diversas actividades. Es decir, no es estrictamente “su culpa” ni tampoco un estigma que deberá llevar de por vida: es una etapa que podrá ser superada, como tantas otras. Esta clase de mensaje, transmitido con convicción, suele tener un efecto psicológico preventivo y sanador.
Otra forma consiste en entrenar a los niños y jóvenes en aquello que hemos denominado antes capacidad asertiva. Es decir, la forma saludable de escapar a la trampa de someterse o responder con violencia. Muchas veces, la amenaza del acosador es mucho más simbólica que real, cuando no puro alarde, y un rechazo liso y llano expresado con seguridad puede detener el proceso, antes de que sea convierta en un caso real de intimidación.
Por último, la manera principal y fundamental de ayudar al acosador (y, al mismo tiempo, a todos los demás) es detener su acción. Para ello, la escuela tiene el derecho de establecer, acordar y hacer cumplir las normas que considere adecuadas, según los siguientes principios básicos: a) son las que le permiten sostener el esfuerzo de gobernar la institución, y b) son efectivas en la prevención e interrupción de círculos viciosos de violencia, como es el caso del “bullying”.
Es probable que éste sea el tema que más duramente desafíe a la relación escuela-padres. Por tal motivo, es necesario poner la lupa sobre él, instalarlo en la agenda institucional, buscar apoyo profesional, requerir información de lugares donde se investiga y se experimentan soluciones sobre el asunto y, una vez trabajado en el ámbito de la escuela o centro, abrirlo a la consideración de los padres en general y especialmente de aquellos cuyos hijos se han visto involucrados en algún episodio de intimidación.
Con seguridad, existen muchas cosas que se pueden hacer desde la escuela a fin de comenzar a producir el cambio cultural necesario para que los comportamientos de acoso se extingan. A continuación, algunas sugerencias:
* En principio, es necesario estar atento pero no alarmar(se). Aunque haya algún caso patológico, en general se trata de conductas que en diferentes medidas y contextos son humanas (demasiado humanas, diría Nietzsche…). Innumerables ejemplos de liderazgos fatídicos, seguidos por millones de “adultos instruidos”, abundan en la Historia. Además, el estado de alarma no es el mejor para pensar y, paradójicamente, puede prestarle un servicio al acoso al hacerle notar a los acosadores, reales o potenciales, lo que son capaces de provocar en los adultos.
* Muchas veces, ante un primer caso, la actitud serena y firme de los directivos o docentes ha hecho desistir para siempre de sus intentos a un acosador. En este caso, como en tantas otras situaciones, la detección precoz, es fundamental. Argumentos similares a “no es como para estar orgulloso”, “nadie lo estará, ni nosotros ni tus padres y además, acá, no estamos dispuestos a permitirlo…” pueden resultar increíblemente efectivos.
* Por otra parte, los acosadores reales o potenciales son minoría. De modo que, sobre la base de lo anteriormente dicho respecto de los espectadores/testigos y el concepto de grupo escolar como un todo, la presión sobre esa minoría puede llegar a ser muy grande. La mayoría no es acosador ni acosado, pero algunos de sus miembros pueden ser acosados si se dan ciertas circunstancias. Crear esa conciencia ayuda, con toda seguridad, a una nueva cultura.
* Debido a que el secreto es el factor clave de estos comportamientos, todo lo que se haga para darle estado público al problema será conveniente, siempre que no vulnere la privacidad de nadie: carteleras, concursos de afiches, tratamiento en Consejos de alumnos o Centros de estudiantes, trabajo de colaboración con los líderes positivos del alumnado, proyección de videos con debate, clases especiales, circulación de hojas volantes, Jornadas contra el abuso, etc. Usamos el término abuso con toda intención, ya que el propósito consiste en ir creando una microcultura inmune a los abusos de todo tipo, incluidos los casos de “bullying”. Tratarlos así permite enfocar mejor, incluirlos dentro de un repertorio de conductas que también se ligan con cierta “cultura machista” y, de paso, no hacerle publicidad al “bullying” por nombrarlo excesivamente.
* Suele afirmarse que “salvo las enfermedades y los desastres climáticos, más del 90% de los problemas del mundo son resultado de que existan personas que no mantienen sus acuerdos”. No podemos comprobar si es exactamente así, pero el sentido de la idea puede tener un significativo efecto en una comunidad si se la sostiene con firmeza. Si entendemos como comportamiento abusivo todo aquel que supone un mal-uso, o uso indebido del cuerpo, las ideas, los sentimientos, el buen nombre, los objetos, el espacio o el tiempo de otro, una buena consigna para instalar y sobre la cual acordar podría ser: “No al abuso, sí al respeto”. Y una parte importante del acuerdo debería consistir en que denunciar un abuso no es ser delator sino cuidador del bien común. Porque en una “cultura del abuso”, nadie está a salvo.
* Las escuelas deberían elaborar una política al respecto. Es decir, no deberían reaccionar como si cada vez fuera la primera y sí prever ciertos procedimientos acordados por directivos y docentes (y eventualmente alumnos y padres) sobre qué hacer y fundamentalmente qué no hacer ante una denuncia o una sospecha.
* Es necesario interiorizarse en la mayor medida posible acerca de ciertos rasgos de la cultura infanto-juvenil, que suelen tener mucha influencia y que los adultos a veces desconocen o minimizan. Por ejemplo, no es rara la situación en que acosador y acosado son amigos y están unidos por un apego afectivo que sobrevive a los episodios de acoso, burla o humillación. Son relaciones que ejemplifican casos tales como Abbot y Costello o Laurel y Hardy, o “Los tres chiflados”, donde uno de ellos siempre es el despistado o torpe y termina ridiculizado. Estos casos son difíciles porque ponen sobre el tapete una cuestión fundamental, nunca mejor expresada que en el viejo dicho judío: “Dime en qué carro viajas y te diré qué canción cantas”. Es muy difícil para un chico (y también para un adulto) “cantar otra canción” salvo la que cantan aquellos que viajan en “su carro” y, por consiguiente, nuestra propuesta consiste en comenzar a crear “una nueva canción” que sea válida para todos o al menos para la mayoría.
* Desde el punto de vista práctico, muchas investigaciones demuestran que la actitud alerta de los adultos dentro del edificio escolar suele disminuir sensiblemente los episodios de acoso. Es imprescindible supervisar que los alumnos estén en clase mientras deban estarlo, vigilar los baños, pasillos, depósitos, laboratorios y otros lugares en los que se pueda permanecer cierto tiempo fuera del control de los adultos. También, en el caso de los responsables de aula, se debe prestar atención a cambios significativos en la conducta de uno o más alumnos, tales como: aislamiento, silencios persistentes, ausencias reiteradas, desatención, alteraciones bruscas en el rendimiento académico, etc.
* La escuela debería mostrarse ampliamente receptiva ante todo comentario o denuncia que algún padre formule, aun cuando fuere en grado de sospecha, en forma personal o a través de la Asociación de Padres y Maestros, si la hubiera. Y, por supuesto, una vez logrado un acuerdo institucional básico sobre el tema, será necesario programar encuentros con padres, de carácter general y/o dirigidos a aquellos cuyos hijos están o se supone que puedan estar involucrados en situaciones de acoso. Aunque no siempre ocurre, para muchos padres, tanto de víctimas como de victimarios, enterarse de la situación resulta una sorpresa y ese sólo hecho sumado a la posibilidad de compartirlo con otras personas en situación similar (o complementaria) suele tener resultados beneficiosos que se trasladan a cambios en la crianza de sus hijos. Por supuesto, también se da el caso de padres que avalan la conducta de sus hijos por razones “ideológicas” tales como: “Él trata de imponerse, eso es normal, el problema lo tienen los otros” o “Fue criado para no usar nunca la violencia para resolver los problemas”. En general, son minoría. En la mayoría de los casos, ante la presión de la realidad y de la fuerza de las normas institucionales en especial, tales creencias suelen ceder por convicción o por necesidad.
* En este caso, como en otros, la escuela debiera convertirse en un foco de iniciativas, en principio referidas a la circulación de información en red, de todos con todos: padres con hijos, padres con padres, maestros con alumnos, maestros con padres, maestros con maestros, directivos con todos los demás. Y todos, a su vez, con profesionales que puedan transmitir conocimientos y experiencias útiles, aplicadas en lugares donde la situación ya fue antes descripta y afrontada como problema.
Rolando Martiñá:”La comunicación con los padres”, roquel Buenos Aires, 2007

domingo, 10 de marzo de 2013

La Música y el Desarrollo Cerebral Infantil

La música es un medio de expresión universal, se cree que sus orígenes se relacionan con la propia voz del hombre. Los primeros instrumentos musicales aparecieron hacia el año 2500 a.C., en la cultura egipcia. En la Grecia y Roma antiguas, alrededor del siglo v a.C., la música fue esencialmente vocal, e hizo uso de instrumentos de percusión, de cuerda y de viento. Alrededor del siglo v d.C., la era cristiana trajo consigo la aparición de cantos litúrgicos. En la Edad Media aparecieron los cantos gregorianos como la manifestación musical más importante de la época. En los siglos XVII y XVIII apareció la ópera, que con la música instrumental y los grandes compositores de música clásica (Vivaldi, Beethoven, Schubert, Brahms, Mozart y otros), representaron la madurez de la música.
En los siglos XIX y XX se produjo una ampliación y perfeccionamiento de los diferentes instrumentos musicales. La música comenzó a utilizarse como método terapéutico especialmente en la segunda mitad del siglo XX, debido al reconocimiento de sus efectos sobre el estado afectivo y de atención de los individuos.
El Cerebro
El cerebro humano constituye el órgano más importante y de mayor complejidad del sistema nervioso, es un órgano que durante la infancia sufre cambios madurativos y que es altamente sensible a los estímulos externos. Anatómicamente lo podemos dividir en dos hemisferios (derecho e izquierdo), cada uno con características funcionales diferentes y especiales, compuestos por lóbulos y cubiertos por una estructura denominada corteza cerebral en la cual se encuentran las áreas del desarrollo humano.
Los estudios neuroanatómicos han demostrado que el hemisferio izquierdo se especializa en el procesamiento del lenguaje y el hemisferio derecho en la percepción y procesamiento de la música.
El cerebro humano funciona por medio de conexiones (sinapsis) que realizan las células cerebrales denominadas neuronas y que son las encargadas de transmitir el impulso nervioso que determina nuestra conducta.
El cerebro humano presenta una alta capacidad de aprendizaje y posee la propiedad de funcionar en situaciones extremas o de déficit tanto orgánicos como funcionales, esta capacidad se denomina plasticidad cerebral.
El efecto “Mozart” y el efecto “Tomatis”
A mediados del siglo XX, un médico otorrinolaringólogo francés Alfred Tomatis, inició una propuesta de rehabilitación dirigida a personas con dificultades auditivas o de lenguaje.
Su programa terapéutico consistía en la estimulación musical a través de escuchar piezas de Mozart y otros compositores clásicos, obteniendo cambios positivos en la rehabilitación del lenguaje y en el desarrollo del habla, a este efecto se le ha denominado “efecto Tomatis”. Asimismo este eminente médico, elaboró un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo del oído humano y reconoció que el feto escucha sonidos dentro del útero materno (tales como los movimientos de la digestión, los ritmos cardíacos y la respiración de la madre). Observó también que el recién nacido se relaja cuando oye la voz de la madre.
En 1993, Rauscher y colaboradores de la Universidad de California, publicaron los resultados obtenidos en una investigación realizada con grupos de estudiantes universitarios, a quienes se les expuso a escuchar durante 10 minutos una sonata de Mozart, logrando puntuaciones altas en las pruebas de habilidades visuoespaciales y cognitivas en general, así como un incremento transitorio del cociente intelectual. A este hallazgo se le denominó “efecto Mozart”.
Estudios posteriores han demostrado que el escuchar música de Mozart desencadena cambios de conducta (en relación a estados de alerta y calma), afectividad (induce estados emotivos) y metabólicos (aumento del contenido de calcio y dopamina en el cerebro).
La música y sus efectos en el desarrollo del cerebro
Las investigaciones que se han referido al efecto de la música sobre el cerebro infantil, han coincidido en que ésta provoca una activación de la corteza cerebral, específicamente las zonas frontal y occipital, implicadas en el procesamiento espaciotemporal.
Asimismo al evaluar los efectos de la música a través de registros de electroencefalogramas, se ha encontrado que la música origina una actividad eléctrica cerebral tipo alfa. Todo lo anterior se traduce en lo siguiente: la música (sobre todo la música clásica, de Mozart) provoca:
* Aumento en la capacidad de memoria, atención y concentración de los niños.
* Mejora la habilidad para resolver problemas matemáticos y de razonamiento complejos.
* Es una manera de expresarse.
* Introduce a los niños a los sonidos y significados de las palabras y fortalece el aprendizaje.
* Brinda la oportunidad para que los niños interactuen entre sí y con los adultos.
* Estimula la creatividad y la imaginación infantil.
* Al combinarse con el baile, estimula los sentidos, el equilibrio, y el desarrollo muscular.
* Provoca la evocación de recuerdos e imágenes con lo cual se enriquece el intelecto.
* Estimula el desarrollo integral del niño, al actuar sobre todas las áreas del desarrollo.
Para concluir sólo resto decir que la música representa un papel importante en el proceso enseñanza aprendizaje de los alumnos (sobre todo los de educación inicial), por lo tanto, los maestros, las instituciones educativas, los padres y el personal de salud, deben conocer los alcances y beneficios que se derivan del empleo de la música como parte importante de la educación integral del menor.
Por: Dr Eduardo R. Hernández González.
Pediatra y Terapeuta de la Conducta Infantil.

domingo, 3 de marzo de 2013

Las Inteligencias Multiples

El doctor Howard Gardner, director del Proyecto Zero y profesor de psicología y ciencias de la educación en la Universidad de Harvard, ha propuesto desde 1993 su teoría de las Inteligencias Múltiples. A través de esta teoría el Dr Gardner llegó a la conclusión de que la inteligencia no es algo innato y fijo que domina todas las destrezas y habilidades de resolución de problemas que posee el ser humano, ha establecido que la inteligencia está localizada en diferentes áreas del cerebro, interconectadas entre sí y que pueden también trabajar en forma individual, teniendo la propiedad de desarrollarse ampliamente si encuentran un ambiente que ofrezca las condiciones necesarias para ello.

Por primera vez, en 1993, Gardner señaló que existen siete inteligencias. Estas son: la lingüística-verbal, la lógica-matemática, la física-cinestésica, la espacial, la musical, la interpersonal y la intrapersonal. Luego basándose en los estudios más recientes establece que hay más inteligencias: la naturalista, la espiritualista, la existencial, la digital y otras.
Los educadores que realizan proyectos educativos con las Siete Inteligencias Múltiples han incorporado la inteligencia naturalista como la octava de ellas.
Veamos cada una de ellas:
• La inteligencia lingüística-verbal: es la capacidad de emplear de manera eficaz las palabras, manipulando la estructura o sintaxis del lenguaje, la fonética, la semántica, y sus dimensiones prácticas.
Está en los niños a los que les encanta redactar historias, leer, jugar con rimas, trabalenguas y en los que aprenden con facilidad otros idiomas.
• La inteligencia física-cinestésica: es la habilidad para usar el propio cuerpo para expresar ideas y sentimientos, y sus particularidades de coordinación, equilibrio, destreza, fuerza, flexibilidad y velocidad, así como propioceptivas y táctiles.
Se la aprecia en los niños que se destacan en actividades deportivas, danza, expresión corporal y/o en trabajos de construcciones utilizando diversos materiales concretos. También en aquellos que son hábiles en la ejecución de instrumentos.
• La inteligencia lógica-matemática: es la capacidad de manejar números, relaciones y patrones lógicos de manera eficaz, así como otras funciones y abstracciones de este tipo.
Los niños que la han desarrollado analizan con facilidad planteamientos y problemas. Se acercan a los cálculos numéricos, estadísticas y presupuestos con entusiasmo.
• La inteligencia espacial: es la habilidad de apreciar con certeza la imagen visual y espacial, de representarse gráficamente las ideas, y de sensibilizar el color, la línea, la forma, la figura, el espacio y sus interrelaciones.
Está en los niños que estudian mejor con gráficos, esquemas, cuadros. Les gusta hacer mapas conceptuales y mentales. Entienden muy bien planos y croquis.
• La inteligencia musical: es la capacidad de percibir, distinguir, transformar y expresar el ritmo, timbre y tono de los sonidos musicales.
Los niños que la evidencian se sienten atraídos por los sonidos de la naturaleza y por todo tipo de melodías. Disfrutan siguiendo el compás con el pie, golpeando o sacudiendo algún objeto rítmicamente.
• La inteligencia interpersonal: es la posibilidad de distinguir y percibir los estados emocionales y signos interpersonales de los demás, y responder de manera efectiva a dichas acciones de forma práctica.
La tienen los niños que disfrutan trabajando en grupo, que son convincentes en sus negociaciones con pares y mayores, que entienden al compañero.
• La inteligencia intrapersonal: es la habilidad de la autoinstrospección, y de actuar consecuentemente sobre la base de este conocimiento, de tener una autoimagen acertada, y capacidad de autodisciplina, comprensión y amor propio.
La evidencian los niños que son reflexivos, de razonamiento acertado y suelen ser consejeros de sus pares.
• La inteligencia naturalista: es la capacidad de distinguir, clasificar y utilizar elementos del medio ambiente, objetos, animales o plantas. Tanto del ambiente urbano como suburbano o rural. Incluye las habilidades de observación, experimentación, reflexión y cuestionamiento de nuestro entorno.
Se da en los niños que aman los animales, las plantas; que reconocen y les gusta investigar características del mundo natural y del hecho por el hombre.
Por lo anterior descrito, sabemos entonces que no existe una inteligencia general que crezca o se estanque, sino un elenco múltiple de aspectos de la inteligencia, algunos mucho más sensibles que otros a la modificación de estímulos adecuados.
En la actualidad se habla del desarrollo integral del niño, es decir que incluya todos los aspectos del desarrollo (físico, sexual, cognitivo, social, moral, lenguaje, emocional, etc.), en esto se basa la teoría del Desarrollo de las Inteligencias Múltiples.
Existen dos tipos de experiencias extremas claves en el desarrollo de las inteligencias que es importante tomar en cuenta, las experiencias cristalizantes y las experiencias paralizantes. Las primeras, las experiencias cristalizantes, son hitos en la historia personal, claves para el desarrollo del talento y de las habilidades en las personas. A menudo estos hechos se producen en la temprana infancia. Estas experiencias son las que encienden la chispa de una inteligencia e inician su desarrollo hacia la madurez.
Por otro lado las experiencias paralizantes existen como contrapartida de las anteriores, se refieren a aquellas experiencias que bloquean el desarrollo de una inteligencia, están llenas de emociones negativas, capaces de frenar el normal desarrollo de las inteligencias. Sensaciones de miedo, vergüenza, culpa, odio, impiden crecer intelectualmente. Es probable así, que luego de esta experiencia un niño decida no acercarse más a un instrumento musical o no dibujar más porque ya decidió que “no sabe hacerlo”.
Por: Dr. Eduardo R. Hernández González.
Pediatra y Terapeuta de la Conducta Infantil.